Solidaridad...venceremos? qué venceremos?
Se exige solidaridad al amigo, a la familia, a la pareja, a
la sociedad, al gobierno, con lo cual pareciera que lo que se le demanda al o
la susodicha en cuestión consiste en que aquél o aquellos se adhieran incondicionalmente a causas o intereses del
solicitante, especialmente en aquellas situaciones que a éste le resultan
difíciles de resolver de forma individual. Asimismo el solidario es aquel que
muestra un sentimiento de compenetración con el otro, gracias al compartir
metas u objetivos en común.
Finalmente al solicitar solidaridad del otro lo que
se pone en primer plano es la fortaleza, o no, del lazo social que les vincula. Sin embargo, tenemos
un inolvidable ejemplo hacia finales de los 90´s donde la “solidaridad” fue la más
perfecta patraña en el sexenio de Salinas. Entonces, también en nombre de la solidaridad se
han tramado siniestras argucias, exigencias que rebasan lo absurdo. ¿Cómo es esto posible? ¿son dos
las posibles formas que adopta la
solidaridad, una pone en relieve las virtudes más loables del ser humano
y, en la otra lo que queda visible con toda nitidez es lo más nefasto de éste?
La solidaridad, por tratarse de un sentimiento que acerca a
dos hasta lo más íntimo de sus existencias posibilita grandes alianzas,
alianzas que van desde el caso de los dos hermanos que se solidarizan ante la
tiranía paterna; de los amigos que ante las injusticias sociales se solidarizan
con aquellos que resultan afectados; de los empleados que
ante la tiranía del discurso mercantilista de la vida, solidarizándose, se
organizan y alzan la voz; de los gobiernos que ante la catástrofe del vecino se
solidarizan enviando compatriotas al lugar del desastre; de las sociedad toda que se
solidariza consigo misma, haciendo de este mundo un mundo donde quepan varios
mundos, como diría el Subcomandante Marcos.
No obstante, los hay quienes también en nombre de la
solidaridad no hacen sino exterminar, abusar y/o imponer determinados cánones,
he ahí los casos donde la solidaridad pareciera pervertirse, pues las razones
que la sostienen ya no son las de “acercar”, dicho de otro modo, las de procurar
la “intimidad” entre dos o más seres, sino por paradójico que parezca, no son
otra cosa que una mera ansia de poder. Christlieb señala que el Poder es esa especie
de facultad que no consiste precisamente en poder hacer lo que se desea sino en
no permitir que el otro lo haga. Foucault resalta como los vínculos sociales
adoptan las formas del poder o, mejor dicho, ¿será que el poder adopta las
formas de las interacciones sociales?
La intimidad como aquello que estrecha la distancia entre dos
reduciéndola a casi nula, según la teoría de la dinámica grupal, es un rasgo
característico del grupo que está cohesionado, es decir, que en el sentido más
elemental ésta es la que posibilita la existencia del mismo. Dicha intimidad,
como se ha dicho, se logra por una especie de “solidaridad” entre sus miembros,
pero ¿qué sucede cuando ésta solidaridad adopta la forma del poder? Es decir, ¿qué
sucede cuando el vínculo social se vuelve un campo de batalla, donde las
fuerzas que lo constituyen no cesan?
Todo lo erosiona el tiempo; absolutamente todo. En el caso
del lazo social, existen dos formas por las que éste se desgasta, una es
ineludible, se trata de aquella que tiene que ver con la
existencia misma, es decir, con el tiempo; el transcurrir inexorable del tiempo.
Sin embargo, esa corrosión, llamémosle “temporal”, del lazo no forzosamente lo
desintegra, por el contrario, existe la posibilidad de que éste se reinvente,
se reconstruya y así sucesivamente, éste es el caso de la mayoría de los hermanos,
los amigos, los hijos y sus padres, los padres y sus hijos, los amantes, las
sociedades y las naciones que siguen vivas con el paso de los años. ¿Cómo se logra? Porque se han solidarizado unos con
otros, porque se saben y se sienten como aliados frente a las vicisitudes de la
existencia misma.En cambio, cuando el poder ha usurpado o enmohecido a la solidaridad que se profesan los implicados, el vínculo no se desgasta por la
inexorabilidad del tiempo, sino por asuntos meramente humanos, pues pareciera
que, muy a pesar de la postura de aquellos optimistas que no ceden y construyen
desmedidos cuentos con el fin exclusivo de negar la existencia de un dote de
agresividad y tendencia a la violencia y sufrimiento a la que obedece la
configuración humana, ésta simplemente lo constituye: la gana aniquiladora le
constituye hasta el tuétano. Y es ello lo que también comanda la existencia misma
del vínculo, en las ocasiones más desafortunadas, lo hace casi de modo autónomo
y exclusivo, es ahí cuando la solidaridad vocifera sus retorcidas exigencias.
Esta retorcida solidaridad es la encarnación concreta de los
demonios más perversos y ancestrales de la existencia humana, pues lo único que en realidad
los comanda es esa primordial y fundamental gana de destrucción, de
sometimiento, y de ansia de infringir y experimentar dolor. Por citar el caso concreto del grupo de dos, o sea la pareja, cada que uno de sus miembros, en nombre
de la solidaridad, le exige al otro se transforme en otro ser en nombre del amor; cada que se
le condiciona en nombre de la lealtad; cada que se le limita o coarta su
libertad en nombre del respeto o la fidelidad; cada que se le exige exclusividad
en nombre de la propiedad, estamos en presencia de esa retorcida solidaridad.
La solidaridad habita la dimensión de la libertad; sólo ahí
puede surgir ese vínculo sólido e invencible que se teje gracias a la solidaridad que, a
diferencia del condicionar autorreferenciado, consiste precisamente en
ejercer una fuerza tal que le permita al otro hacer lo que desea, ya que es
sabido que éste último por sí mismo, en ocasiones es incapaz de hacerlo y ello no necesariamente significa que dicho sujeto tenga un problema sino que se trata de un hecho real, nos guste o no, los seres humanos muy lejos estamos de la omnipotencia y más aún, es innegable que solos, como individuos aislados, no llegamos muy lejos, la solidaridad, en este sentido, es indispensable porque simplemente hay cosas en esta vida
que sólo se resuelven de a o dos o más.