“…Ser “perdedor” es un lujo, pero no un gozo,
porque tienen que sobrevivir en el dinámico y competitivo mundo de todos los
días, y asistir a juntas con los triunfadores, donde se dan cuenta de lo mal
que embonan y de lo solos que se encuentran…El estilo del “perdedor” es la
estética de la dignidad…la dignidad es lo que queda cuando ya
nada queda, la seguridad de ser alguien cuando ya se es nadie…”
Pablo Fernández Christlieb
La Soberanía
de lo inútil; una aproximación a un estudio inútil de la personalidad
Nos
encontrábamos en la primer, (miento; la primer clase fue terrorífica porque se
precisaron detalladamente los criterios de evaluación y los objetivos
académico-formativos que pretendemos construir y trabajar a lo largo del
semestre), se trataba de la segunda clase de la Materia “Teorías de la
Personalidad”, por lo tanto comenzamos con una mera introducción. Se había
encomendado previamente, la lectura de dos capítulos que condensan las
generalidades del Estudio de la Personalidad.
Prácticamente
lo que se hace en dichos textos, es esbozar lacónicamente los antecedentes
históricos que permitieron a la Psicología comenzar a plantear “La Personalidad”
como objeto de estudio. Así mismo, nos muestran una insustancial lista de los
modelos teóricos (escuelas o paradigmas) más sobresalientes, desde los cuales
se pueden pensar y erigir hipótesis de lo que es la Personalidad. Finalmente,
dichos textos, se avocan copiosamente a relatar conceptos básicos de la
Psicometría, pues según ciertas psicologías el estudio de la personalidad no debe
conformarse con describir la personalidad sino medirla, predecirla y, ya sabes
toda esa sarta de finalidades que, según dicen, le permiten a las Psicologías autonombrarse
“científicas” y acceder al prestigioso mundo de lo comprobable, medible,
cuantificable y predecible. Es decir, la mayor parte del contenido de dichos
capítulos revisados versaban sobre las distintas formas y herramientas para
clasificar las personalidades: nos daban una buena dosis de cómo es que las
pruebas proyectivas, inventarios de autorreporte y esas argucias son fiables,
confiables y veraces.
Siendo
así, no me aguanté las ganas de poner sobre la mesa el siguiente asunto: la
Psicología se conforma y no sólo eso, certifica mediante cuentos, -muy bien
contados por cierto-, que su “hacer”, frente a su objeto de estudio (dicho a
groso modo: el comportamiento y la psique humana), debiera consistir en Describir y Categorizar la Personalidad de
todo individuo. Como era de esperarse, con semejante mecha y material
flamable, el debate no tardó en encenderse, pues comentábamos en clase que, si
bien, la psicometría podría ser un indicador, si acaso una guía necesaria en
ciertos(poquísmos) casos o bajo ciertas situaciones, ésta no agota, en
absoluto, una indagación y/o al menos no resulta ser una confiable fuente de
información para teorizar acerca de “La Personalidad Humana”.
Antes
de continuar, creo necesario hacer una explícita aclaración conceptual entre diferentes términos que suelen emplearse y/o
significarse indistintamente: Descripción, Clasificación o Categorización, Construcción y Análisis Crítico-Reflexivo del
conocimiento. Si tomáramos como referencia las características y habilidades
implicadas, por ejemplo según Bloom, en los distintos niveles del complejo
proceso cognitivo llamado Pensamiento (Véase Taxonomía de Bloom), las habilidades cognitivas como describir,
enumerar, etiquetar seleccionar, hacer listas, clasificar, discutir, explicar y
generalizar están contenidas apenas en los 2 primeros y básicos niveles del
proceso mental llamado Pensamiento: 1.Memorización y 2.Comprensión del Conocimiento.
En cambio habilidades como crear, inventar, desarrollar, valorar, concluir,
criticar, justificar, forman parte de los últimos niveles de éste proceso.
Ahora
bien, se preguntarán ¿Por qué tanta quisquillosidad terminológica? A modo de
respuesta, -supongo-, no me queda más que comenzar cuestionando lo siguiente
¿No se supone que la formación integral de un Psicólogo o cualquier
profesionista de las humanidades, requiere fortalecer, adquirir y utilizar
habilidades cognitivas que le permitan no sólo intervenir en problemáticas
psicosociales, sea de modo singular, grupal o colectivo, sino reflexionar y
reformular de continuo, desde una mirada crítico-ética su modo(método y
paradigma teórico) de acercarse e investigar a su objeto de estudio? Es decir, si
miramos el asunto de la Personalidad bajo la lente simplista y superflua de la Descripción y Clasificación, ¿estaríamos
llevando a cabo una verdadera investigación y profundización de, en éste caso,
la Personalidad Humana? La respuesta es obvia: No. Para lograr lo mínimo que
nuestra sociedad merece, desde la disciplina psicológica, sea cual sea el
paradigma teórico que la sustente, me parece indispensable, acceder a niveles más
profundos de reflexión y por lo tanto trabajar el asunto, ya de por sí intrincado,
de la “personalidad humana” mediante una implicación investigativa que
viabilice la constante reconstrucción teórica para así discurrir por los senderos
enigmáticos de la psique, y finalmente cimentar y sostener una postura teórica
particular respecto al tema que nos atañe: “la forma de ser del sujeto”.
Siendo
así, las reflexiones e inquietudes del grupo y sus respectivos argumentos y contra
argumentos se suscitaban, -me parece-, en torno a una encrucijada:
¿Si
no se aplica la Psicometría, entonces que se puede esperar de un Psicólogo,
pues no sólo es una demanda de la clínica institucionalizada y por supuesto una
constante oferta de la praxis privada también, sino que para el colmo, es una tajante exigencia generalizada
de los pacientes, clientes o aquellos solicitantes de los servicios del
psicólogo?
Primeramente,
me es inevitable hacer una señalización:
a últimas fechas se muestra un afán impostergable por tomar una decisión, como
si de verdad tuviéramos prisa, como si urgiera resolver de una vez y por todas
la disyuntiva: Darle o No, la “Etiqueta” al sujeto. No obstante, propondría,
comenzar por el principio, sí, me disculpo por el pleonasmo, pero curioseando: ¿y
si por ejemplo, cuestionamos precisamente la razón de ser de esa urgencia? O lucubráramos
¿qué sucede con nuestra sociedad que le es inconcebible conciliarse con la idea
de estar habitados por la incertidumbre, la impermanencia como condición del
ser, la contradicción como forma habitual o normal(si tanto se antoja la
palabra), de reconocer lo inabarcable de la complejidad en sí del ser? Miguel
Grinberg, citando a Edgar Morin, señala lo siguiente “Al definir al homo
complexus, Morin nos dice algo finalmente obvio para muchos pensadores: somos
criaturas sensibles, neuróticas y delirantes, al mismo tiempo que racionales, y
todo ello constituye el tejido propiamente humano. Este ser humano es a la vez
un ser racional e irracional, capaz de mesura y desmesura. Como sujeto de un
afecto intenso e inestable, sonríe, ríe, llora, pero también sabe conocer
objetivamente. Es un ser serio y calculador, pero también ansioso, angustiado,
gozador, ebrio, extático. Es un ser de violencia y de ternura, de amor y de
odio. Puede ser invadido por lo imaginario e igualmente reconocer lo real, sabe
que existe la muerte pero que no puede creer en ella. Segrega el mito y la
magia, pero también la ciencia y la filosofía. Está poseído por los Dioses y
por las ideas, pero duda de los Dioses y critica las Ideas. Lo nutren
conocimientos comprobados, pero también las ilusiones y las quimeras…” (Grinberg
2008)
O
bien, detenernos y tratar de discurrir sobre los hitos que sostienen esa
imperiosa necesidad de que los expertos de la mente clasifiquen y por tanto
cosifiquen al sujeto, Luis Tamayo señala: “El hombre no es sino la cosificación
que hacemos del otro o de nosotros, es por ello que puede ser objeto de esas
ciencias que hacen de él mismo una cosa: antropología, sociología, psicología.
Las ciencias “humanas” al estudiar al hombre, consideran tan sólo su costado
cósico, con lo cual pierden al sujeto. Al hacer del hombre una cosa, el sujeto
desaparece.(Tamayo 2001) …¿lograremos trascender esa mirada “cosificadora” y
abordar de otro modo (teórico-práctico) al
ser-sujeto?
Siendo
así, continuemos examinando esa Psicología que más se asemeja a una empresa de maquila de etiquetas, pues se halla
mucho más ocupada por asuntos mercadotécnicos
(oferta y demanda, eficiencia y eficacia, etc.) podríamos decir, que es una
Psicología que sin menor repujo sufraga un problema crucial de nuestra sociedad:
Nuestra sociedad se concibe a sí misma como incapaz, -o tal vez, ¿por qué no?, se trate de
una pereza total-, una apatía avasallante frente a las dificultades y desafíos cotidianos
que la vida diaria le propina. Una sociedad atrofiada en lo más elemental, es
decir, que difícilmente logra lidiar y resolver, sin ayuda de un “experto
cosificador”, aquello que le angustia, le interpela o simplemente le ocurre. Una
sociedad a la que le es no sólo imposible sino impensable creer que, en la
mayoría de las veces, le basta, confiar en sus propios recursos psíquicos,
cognitivos, personales, sociales, intuitivos incluso. A cambio opta, en definitiva,
por la legitimación, autorización y señalamiento cabal del camino que ha de
seguir una vez que se le haya etiquetado profesionalmente. Lo más truculento de
todo este embrollo radica en que ahí no
acaba la cosa, pues se trata de un engranaje que se ha ido fortaleciendo cada vez
más, ya que al develar esta precariedad psicoafectiva de cada uno de los que
integran dicha sociedad, la “psicología-maquila” no sólo la aprovecha como
nicho de inversión, sino valiéndose de artimañas mercadológicas, abona y vela
día y noche (gastando montón de lana) por sostener tal Falacia: Tú, sujeto eres cosificable,
deja de preocuparte, mejor ve y consume, obtén lo que sea que te haga falta,
mediante libros de superación personal de preferencia, que de tus hiancias (espacios
vacíos) existenciales, tus angustias y demás encrucijadas, nosotros son encargamos,
eso sí, por una “módica” cantidad, pero ¡tu salud, -entiéndase perfeccionamiento-
mental lo vale!
Si
bien, no se resuelve la encrucijada, me parece al menos se permite replantearse
nuevas preguntas –lo cual ya es un verdadero avance- pues una postura ética no
pretende ganar, en tanto estética, se conforma con la dignidad de la derrota.
Participar de un referente teórico que asume como posibilidad pensarse a sí
mismo como incompleto, es decir, sin capacidad, ni mucho menos, anhelo y ansias
de erigir verdades absolutas, una praxis teórico reflexiva que simplemente se
da la vuelta cuando se topa con la oferta y la demanda de la tecnopsicología,
que se toma su tiempo y simplemente contempla el devenir de la existencia
humana, una Psicología que prefiere perder, como lo harían jamás los “ganadores”,
y ni siquiera inscribirse a la competencia, a la búsqueda del coronamiento por
parte de la élite positivista, una psicología que se regocija diciéndose y
desdiciéndose, según se vaya construyendo el mundo inter e intrasubjetivo
cotidianamente. Una psicología que no se ahoga ni se atraganta, mucho menos se
angustia frente a la incertidumbre y la impermanencia; una psicología “inútil”
para esas cosas de andar etiquetando, dopando y pudriendo, con artimañas
disfrazadas de “realización y éxito”, porque sabe que, en realidad, lo que
dictamina y moviliza a esas prácticas psicolomercadologistas, que pretenden
venderte el manual-título de normal o anormal, están al servicio del verdadero
Amo de nuestros tiempos, el dinero y el poder, y finalmente, lo que hacen es
erigir, al exclusivamente clasificar y medir la personalidad, financiar el desprestigio
de la Psicología.